jueves, 31 de diciembre de 2009

miércoles, 2 de diciembre de 2009

SÍNTOMAS DE UNA GUERRA INTERIOR

Intento evitar el espejo para no sentir el temor de ver mi cara desfigurada. Aprieto los dientes para paralizar esta maldita mandíbula sin control. Un crujido me advierte que no son cristales lo que acabo de masticar. Escupo los restos y pierdo momentáneamente la visión. Ahora todo se mueve veloz alrededor de mi estático ser. Empieza a dolerme el cuello, tanto que parece que se va a partir, es más, acaba de caerse mi cabeza al suelo y después de un breve rodamiento me quedo mirando mis pies. Me acerco para recuperarla y la pateo torpemente. Duele, me duele mucho. Además me he olvidado de respirar. Ya no sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que expulsé aire. Será mejor que vuelva a llenar mis pulmones, quiero seguir viviendo.
Segundo intento, me agacho y alargo mis brazos pero me es imposible alcanzarla, un brutal temblor se apodera de mis manos, lo veo que se acercan hacia mí, vibrantes, como garras, duelen y dan miedo. Opto por cerrar los puños, tanto, que me clavo las uñas en la palma hasta que lloran lágrimas de sangre. Ahora, aunque quisiera, no podría abrirlas, lo sé. Poco a poco empiezo a sentir todo mi cuerpo engarrotado, tenso, músculo a músculo, tendón a tendón. Caigo de rodillas, me voy encogiendo, y antes de acabar derrumbándome y en posición fetal, con los tullidos brazos consigo acercar mi cabeza al pecho. La abrazo, la abrazo y espero, espero a que todo pase, que todo pase, que pase....