Sálvese quien pueda

Tenía a mi sobrino en brazos y entré caminando a mi calle. Estaba extrañamente vacía.
Entonces siento un grito a mis espaldas.
-Estás loca! adónde crees que vas?-me dijo un policía.
-A mi casa, vivo allí.-le dije señalando mi ventana.
-No ves que hemos desalojado la zona y el edificio. Hay un aviso de bomba!.
Abracé con más fuerza a mi sobrino, dormido, ajeno a todo lo que estaba pasando.
-Va a haber 4 detonaciones!! Una allí, otra allá, otra aquí y otra más allá.-dijo el policía de repente, como si lo acabase de adivinar.
-Mierda!-mi palabra favorita.

Salí corriendo y pasé por al lado de un anciano, sentado en la hierba.
Con una camisa “casi” blanca. Un bolígrafo dorado en el bolsillo. Y escuchando una radio transistor. Dudo que oyera algo. Pero era feliz. Fuera de su casa, en el césped. Con la mirada perdida. Sonriendo. Mientras todo el mundo corría hacia la playa para salvarse.
Me paré para avisarle, pero un niño, de unos 10 años se me adelantó.
Le puso una mano en el hombro y le dijo muy serenamente: señor, tenemos que irnos de aquí.
Fue cuando sentí que era demasiado tarde. Salté......, sentí el vacío, caída libre. Luego seguí rodando entre hierbas, piedras y arena hasta finalmente caer al agua del mar.
Durante ese tiempo escuché las 4 explosiones.
-Ya está! Ya acabó todo.-dijo el policía por un megáfono.
Pero yo sabía que no era así, que no se había acabado. Que aún quedaba lo peor.
Una luz...y sentí como el agua explotaba bajo mis pies.