Esta es la melancólica historia de un lenguado
que por una naranja fue pescado.
Él sólo quería el gusano,
pero acabó comiéndose la fruta como un humano.
Padre e hijo, inventores del nuevo cebo,
sacaron el pez embarazado después de tal banquete.
El niño, apenado, decidió llevárselo a casa y llamarlo Juanete.
Pasó dias, semanas y meses
conviviendo con perros, gatos y humanos chimpanceses.
Hasta que un día en vez de naranja le dieron mandarina
y de la rabia se estrelló contra la pecera clavándose una espina.
Tanta pena sintieron después de tal triste fin
que decidieron enterrarlo en el jardín.
Allí un gran árbol verde creció y con algún plus,
ya que cuelgan lenguados de color naranja de la nueva especie
Juanetis Lenguaranjús.
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