Nos revolvía el pelo con cara de contento.
Nos revolvía el pelo con cara de contento. Supongo que su mente imaginaba miles de posibilidades y tras dos estáticos segundos plis-plas-plis! sus pinzas comenzaron a volar por nuestras cabezas hasta conseguir el resultado esperado. Rápidamente pasó el auxiliar y nos lanzó el tinte para darle un toque personal. Después de abandonar el salón, nos estaba esperando su vecino para una sesión de octoterapia. Sus tentáculos conseguían absorber las inflamaciones más internas gracias a su capacidad de ventosa y la técnica de acupuntura la descubrimos por sorpresa al intentar salir al exterior.
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