por una abuelita que hace collares,
con sus propias manos y su buena vista, social club.
Siempre que pasaba me paraba,
unas veces le ofrecía una fruta,
otras veces le compré,
y sin que se diera cuenta se había ganado el cariño de una pseudonieta.
Esta mañana frente al banco había una caseta informativa.
Estaba tan pegada que no dejaba sitio para sentarse.
Pero eso ya da igual,
porque hace tiempo que el banco está vacío,
hace tiempo que no la veo,
espero que siga haciendo collares,
en un bonito sillón de terciopelo.
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