Hoy tengo en mi poder el antídoto.
Sólo tengo que inhalar y dejarme vencer por el sueño.
Entonces, todas las consecuencias del desamor se sucederán una tras otra de menor a mayor intensidad.
Volveré a sufrir el dolor del desprecio, del rechazo, de la indiferencia, del reproche, la ira, el odio...
Volveré a sentir cómo la Tierra palpita y gira sin que llegue a caerme.
Volveré a sentir la angustia de no poder vomitar lo que llevo dentro.
Y cuando mi cuerpo no pueda soportar más, cuando quede roto, cuando la explosión desintegre lo poco que quede de mí, incluida mi alma, entonces, sólo entonces, despertaré.
Despertaré con la cara encharcada, incapaz de recordar por qué o por quién fueron derramadas esas lágrimas.
Porque todo se habrá borrado.
Todo quedará perdonado.
Un perdón sintético, pero voluntario.
Y por fin seré capaz de volver a amar,
de volver a dar,
de volver a suspirar.
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