viernes, 26 de septiembre de 2008

1, 2, 3, YA!!!

Parada del bus Pl.Espanya. Esperando N15. Él estaba a las 12 y yo a las 9 mirando cada uno la dirección de nuestras manillas. Yo leyendo sin leer, haciendome polvo el ojo derecho queriendo cercionarme que su movimiento giratorio viene acompañado de una mirada furtiva. Paso páginas para disimular consciente que mañana tendré que rebobinar almenos 15 hojas. Uy, olvidé describirle: chico mediana estatura, pelo corto moreno, piel morena, cuerpo atlético, chico normal, cara de buen niño, camiseta blanca normal, bermudas a cuadros normales, mochila normal pero sandalias especiales (la verdad que sus havaiannas blancas con anclaje en el tobillo fue lo primero que me llamó la atención).
Llega el N15 y paso por detrás anunciando mi retirada con media sonrisilla forzada, ya que la otra mitad estaba tristemente deprimida por la despedida. Afortunadamente esperábamos el mismo bus. Espera estratégicamente para subir el escalón juntos. Pica billete y pasa delante. “Podría invitarme a compartir asiento…te quedas depié? Eso es que bajas pronto….en fin…yo me siento.” Sentada al fondo a la izquierda vuelvo a pasar páginas. Lo miro. Me mira. Libro. Miro cristal. Puedo ver cómo me vuelve a mirar en el reflejo. Libro. Paso página. No logro concentrarme. Vuelvo a mirar y sujeto en la barra superior deja caer su cabeza hacia delante derrotado y puedo recrearme contemplando sus morenos y fibrados brazos. Se me escapa un “guau!” soñando con un abrazo suyo. Despierto y vuelvo al libro. Levanto cabeza pero no consigo verlo. Se había acercado a la puerta de salida. Agarrado con ambas manos a sendas barras laterales de la puerta, hace un ligero balanceo hacia atrás y me mira como diciendo: “eeey, que me voy” y yo lo miro como diciendo “aaay, que se va”. Bajó. Miro libro. Aún no había arrancado el bus. Y no pude evitar girarme y mirar por la ventana trasera. Se giró y me miró. Mi mano se iba levantando a cámara lenta, con dificultad, como el movimiento de una muñeca de una caja de música. Y al mismo tiempo él levantó la suya y acto seguido, mientras seguía andando hacía atrás pero de cara a mí, levantó sus hombros con resignación como diciendo: “bueno, hasta aquí duró…”. Arrancó el bus y nos seguimos mirando hasta que dejé de distinguirlo…cuando ya era demasiado tarde para bajar, demasiado tarde para gesticular que me esperase que yo bajaría a la siguiente y demasiado tarde...para decirle que quería conocerle….
Entonces, como en la peli “dos vidas en un instante” pensé “qué hubiera pasado si…”, llegué a imaginar que corría por el pasillo y pedía sofocada al conductor que volviese a abrir las puertas. Y una vez a su lado le diría: “-espero que no seas un asesino en serie porque ésta no es mi parada”. Y me imaginaba paseando y hablando, disfrutando de la refrescante y agradable noche que nos acompañaba. Feliz y quedando para dar un paseo al día siguiente. Pero cada vez que recuerdo ese segundo que no bajé, ese segundo que no gesticulé y ese segundo que no hablé, me falta el aire. Y entonces prefiero imaginar que era un capullo y que todo quedó en nada. Esta mañana, le explicaba lo sucedido a mi abuela: “-no mujer, tú no sabes las intenciones que tenia ese muchacho!” Y yo pensando: ni tú que las mías no serían ni la mitad de malas de lo que tu imaginación pueda alcanzar, jeje.
Estoy harta de tener mi reloj de reacción cinco minutos atrasado!!! Joder!!! El hecho que al día siguiente haya perdido los 6 metros que tenía que coger parece que quiera recordarme que, como se suele decir, “perdí el tren”. También otras frases conocidas son “qui no arrisca no pisca”, “quien no llora no mama”, “tírate a la piscina”… Desde hoy, ya puedo añadir a la lista: “baja del autobús!!!”.
Gracias,
Niña extrarradio.

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